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zancadas los mallcus; llevan cubiertas las espaldas con la piel de cóndor y el cuello acollarado
del ave descansa sobre la cabeza del bailarín, que ha enganchado los brazos bajo las anchas
alas y anda de un lado para otro, batiendo el nevado plumaje, haciendo mesuradas quiebras al
lento compás de las zampoñas, que aúllan en desolados tonos. Allá, los phusipiyas,
encorvados sobre sus flautas enormes y gruesas, lanzan notas bajas, hondas y patéticas, en
que parece exhalarse la cruel pesadumbre de la raza; más lejos, brincan y corren los kenalis
cargando pieles disecadas de vicuñas tiernas, zorros, onzas y gatos monteses embutidos en
paja, y avecinan con los choquelas inquietos, cuyas piernas cubre un pollerín blanco y
encarrujado. Al otro lado danzan los kenakenas, el busto cubierto con la piel de tigre y la
cabeza con pequeños sombreros de lana que sostienen una especie de diademas hechas de
plumas y con incrustaciones de espejos...
Repican alborozadas las cuatro campanitas del santuario, y de las torres prietas, adornadas
con banderas gayas, se arrojan frutas, que se disputan los chicuelos. Cohetes encendidos
estallan en el aire, llenándolo con rumor de fiesta.
En el interior fulge el altar por las luces encendidas. La Virgen, ataviada con un vestido violeta
de seda, hace brillar las opacas facetas de sus joyas de vidrio y pone a las claras su
compungido rostro de estuco, toscamente embadurnado de colorines.
Al repique incesante de las campanas, ebrias de alborozo, cesan los danzantes en el rumor de
sus músicas alegres y rompen en una especie de paso doble, al compás del cual se dirigen a la
puerta del campanario, arrastrándose de rodillas por el suelo polvoroso y seco. Y ése fue el
instante en que por la puerta de la sacristía apareció el acólito vestido de rojo y blanco. Llevaba
en manos el platillo de limosnas, con una imagen al borde, y hendiendo la apiñada
muchedumbre, púsose a recolectar las monedas que imperiosamente y a grandes voces exigía
por cada ósculo depositado en el metal.
Concluida la fructuosa colecta, desapareció el acólito en la sacristía, y a poco reapareció
precediendo al sacerdote, que venía revestido de sus ornamentos sagrados.
Comenzó el sacrificio de la mesa.
En el coro habían tomado asiento, curiosos más que devotos, el patrón de la hacienda
festejante, el de Kohahuyo, y sus amigos y los administradores de los fundos lindantes, todos
expresamente invitados por don Hermógenes Pizarro, el cura, que ansiaba lucir sus dotes
oratorias en un discurso compuesto tras largos días de meditación y estudio.
A media misa y antes de elevar la sagrada forma, alzóse don Hermógenes, a falta de púlpito,
sobre una caja vacía de alcohol expresamente colocada a la vera del altar, hizo la señal de la
cruz, que todos imitaron, y luego de mascullar algunos latines, lanzó, con voz sonora y gesto
adusto, su discurso, imborrable en la memoria de quienes le escucharon.
El culto de la Cruz, supremo signo de redención tributado en aquel templo por la edificante
devoción del dueño de la hacienda, hombre bondadoso y generoso, era un ejemplo digno de
imitarse por todos los que para sí y los suyos deseaban atraerse la divina protección de los
cielos, y, con ella, todos los bienes codiciables de la tierra.
La bondad de Dios únicamente alcanzaba a los que sabían tributarle rendido acatamiento, y si
de algunos años a esa parte el cielo se mostraba inclemente y la tierra parca en frutos, era
porque las iniquidades de los hombres, su impiedad, su avaricia, su desvío, se hacían cada vez
más patentes, y Dios comenzaba a mostrarse airado.
Nada podía conseguirse sin la sumisión ni la caridad. Sumisión hacia los que, delegados por
Dios, representaban su poder en la tierra. Caridad para con sus personeros los sacerdotes,
que, como todos los hombres, tenían necesidades que satisfacer y bocas que alimentar.
Y la caridad se iba.
Egoístas e interesados, los hombres dejaban que los pobrecitos curas, necesitados y mal
comidos, llevasen vida de penurias y privaciones... ¿Cómo iba entonces a mostrarse clemente
nuestro buen Dios? [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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